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Fallece Juan Bosco, crítico de arte, profesor durante años en la FCom

Juan Bosco Díaz-Urmeneta, profesor de Estética y Teoría de las Artes de la Universidad de Sevilla, que ejerció la docencia durante años en la Facultad de Comunicación, ha fallecido 22 de julio en la capital andaluza. El Decanato de la FCom ha hecho público su pesar, haciéndose eco del sentimiento de la comunidad universitaria y de los que fueron sus compañeros en el Centro.

Juan Bosco Díaz-Urmeneta (Sevilla, 1944), licenciado en Filosofía por la Universidad de Comillas y Doctor cum laude por la Universidad de Sevilla, con una tesis sobre Isaiah Berlin, ejerció la docencia en las facultades de Filosofía y Comunicación de la US. El decano de Filosofía, José M. Sevilla, ha hecho públicas unas emotivas palabras de despedida en la web de la Facultad, que despide con una cita de Hiócrates: “Ars longa, vita brevis”

Además de su labor docente, desarrolló una importante actividad como comisario de exposiciones y crítico de arte, especialmente en Diario de Sevilla desde su fundación, Su última colaboración está firmada poco más de 24 horas antes de su muerte en el Hospital Virgen del Rocío, por la complicación de una dolencia que padecía, y su titular parecía anunciar el fatal desenlace: “Testigo de un punto cero del tiempo. En 'Las Parcas' Goya usa un tema central de la tradición griega para plasmar fuerzas oscuras que escapan al dominio del hombre”Numerosos compañeros y amigos han valorado su trayectoria personal, docente, investigadora y política en una serie de artículos publicados en Diario de Sevilla.

La noticia de su fallecimiento ha causado especial consternación entre los que durante años fueron compañeros docentes en la FCom, en la que llegó a ser Secretario durante el mandato de Carlos Colón como decano. María del Mar Ramírez Alvarado, decana de la FCom, ha comunicado a la comunidad universitaria del Centro su muerte a través de una nota: “Lamentamos comunicar el fallecimiento de nuestro compañero Juan Bosco Díaz-Urmeneta, profesor por muchos años en la Facultad de Comunicación, de la que llegó a ser Secretario. Una gran pérdida que nos llena de tristeza. Enviamos nuestro más sentido pésame a sus familiares y amigos. Descanse en paz”.

Además de Diario de Sevilla, el periódico con el que colaboró desde su primer número, otros periódicos le han dedicado emotivos obituarios, como ABC, El País o eldiario.es. Juan Bosco también mantuvo durante años una estrecha colaboración con El País.

El profesor Antonio Molina Flores, que compartió durante años con Juan Bosco departamento y docencia en la FCom, le ha dedicado en Diario de Sevilla el siguiente artículo:

SIN TÍTULO

Podríamos también haber dicho “sin palabras”, porque es demasiado pronto para encontrar las adecuadas y hablar de nuestro amigo Bosco en pasado; pero “sin título” nos remite más directamente al mundo de las artes plásticas, al que Juan Bosco Díaz-Urmeneta dedicó al menos la mitad de su vida. Una dedicación siempre brillante, siempre sobresaliente.

Hace unos meses se publicaba en traducción de Nieves García Prados el libro Un perro verde, de Jamie McKendrick, donde leemos el poema ÉTICA Y ESTÉTICA: “Cuando Franco hizo expulsar a Aranguren/el catedrático de Ética/en Madrid/por participar/en las protestas estudiantiles, //un catedrático de Estética de Barcelona/el poeta Valverde/dimitió con una nota que decía/ nulla aesthetica sine ethica//-gesto y palabra tan vinculadas/que transformaron un uno-otro/en un bien trabado/ ampersand// y anudaron un puente de cuerda a través de un abismo”. Ha tenido que venir a recordárnoslo un poeta de Oxford, ahora que algunos niñatos de la clase política parecen desconocer interesadamente quién provocó y cómo la guerra civil, que partió en dos nuestra cultura, está bien recordar que Juan Bosco apostó por una Estética con Ética, siguiendo la estela de José María Valverde, a través de su amigo y director de una tesis doctoral sobre Isaiah Berlin, Diego Romero de Solís. Y que militó durante años en el Partido Comunista de España, dando muestra de un compromiso político que pretendía – y en parte consiguió- transformar la realidad mostrenca de un franquismo crepuscular que se resistía a cualquier cambio. Hay que recordar ahora que entonces no había partidos sino “asociaciones” y que el PCE era “el partido”. De aquella militancia su amistad con Javier Aristu y Rosa Bendala, con el inefable Ignacio Vázquez Parladé y su vinculación con el pueblo de La Algaba. De aquellas amistades vienen estas obras: ¿quién mejor preparado que él -y con más conocimiento de causas y efectos- para hacer el Catálogo razonado de Carmen Laffón? Bosco siempre fue brillante en todo lo que se propuso, y fueron muchas cosas a lo largo de una -demasiado- corta vida. De una formación inicial con los jesuitas donde fue, según testimonio de sus compañeros, “primus inter pares”, pasando por la política y la gestión municipal, hasta dar en la crítica de arte y el comisariado, su gran contribución a la vida cultural española y andaluza, de las últimas décadas. De la mano de otro inefable, Pepe Soto, se adentró en el abstruso lenguaje de la abstracción (Fernando Zóbel, Grupo El Paso) hasta entender las vanguardias como si hubiese jugado una partida de ajedrez con Marcel Duchamp la tarde anterior. Aunque autor de varias monografía de gran interés es en

la crítica de arte donde vinieron a confluir sus múltiples saberes y su capacidad pedagógica, igualmente desplegada en un amplio magisterio en el Área de Estética y Teoría de las Artes, en la Universidad Hispalense. Siempre sosegado, siempre atento, muy amigo de sus amigos y amigas, ejerció una valiosísima influencia en varias generaciones de artistas, que siguieron sus críticas como un vital alimento y sus exposiciones como el maná. Su inteligencia nunca se mostraba de modo ostentoso, sino a través de la ironía y un fino humor que nos dejaba rumiando cuando él ya se había alejado. Así nos quedamos nosotros. Ahora, que estamos viendo caer a los cerebros más brillantes de su generación, los que hemos sido amigos y aprendido de él, quedamos huérfanos de su saber hacer y de su discreta sabiduría.

Hablaba en su última crítica entregada, a propósito de Goya, de un “punto cero”, que es como José Ángel Valente tituló una recopilación de su poesía, siguiendo el “Nullpunkt” con el que los intelectuales alemanes quisieron iniciar un nuevo punto de partida después de Auschwitz. Resulta paradójico que con la palabra cero terminen una vida y obra de diez.

Antonio Molina Flores

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