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María del Mar Ramírez Alvarado se despide como decana de la FCom

María del Mar Ramírez Alvarado se ha despedido de como decana de la Facultad de Comunicación a través de un comunicado dirigido a la comunidad universitaria, en el que hace balance de sus 8 años de gestión. Ha sido la primera mujer en ocupar el Decanato de la FCom y en repetir mandato.

Estimadas compañeras, estimados compañeros:

 El vocablo decano deriva del latín decanus que, a su vez, proviene de decem - “diez”. Aparece como cargo en la Antigua Roma para designar rangos del ejército (decurión, decurio o decano) que lideraban grupos de diez soldados o ciertos funcionarios de la administración imperial. Más tarde, en la Edad Media, los decanos estaban a la cabeza de grupos de monjes y, con el tiempo y por extensión, vinieron a presidir comunidades de sacerdotes. Con el surgimiento de las primeras universidades que se formaron sobre todo de las escuelas catedralicias, monásticas y episcopales, los decanos pasaron a ser, o bien los miembros más antiguos de las comunidades, o bien las personas designadas para presidir una corporación. 

Siempre le he concedido a este cargo toda la solemnidad de su impronta en el tiempo. La figura la regula la Universidad de Sevilla en los artículos 29 y 30 de sus Estatutos. Los he leído muchas veces como una especie de mantra de responsabilidad adquirida desde que el 26 de marzo de 2014 fui elegida como decana por la Junta de Centro de la Facultad de Comunicación, cargo para el que fui reelecta el 9 de abril de 2018. Han pasado más de ocho años y mañana toma posesión como nuevo decano el profesor Luis Navarrete, trabajador incansable a quien deseo todo lo mejor y de quien sé que hará grandes obras. Así que es esta una carta de despedida que remito con todo mi afecto y agradecimiento por el respaldo que he recibido a lo largo de estos años.  

Comienzo mencionando, en primer término, la extraordinaria oportunidad que ha supuesto para mí el intervenir en momentos claves que, de alguna manera, me han nutrido personalmente y me han hecho reflexionar sobre muchos temas. Nos ha tocado llevar adelante cuestiones fundamentales como la puesta en marcha de un nuevo Sistema de Gestión de Garantía de Calidad y Seguimiento con lo que ello implicaba de novedoso así como las renovaciones en dos oportunidades de las acreditaciones de todos nuestros títulos. He estado presente en la despedida por jubilaciones de muchos amigos y amigas queridos; he despedido de forma más definitiva también a otros cuantos compañeros con el corazón encogido y llena de tristeza. He conectado con instituciones, organismos, medios y con personalidades del mundo académico y profesional buscando siempre establecer puentes que favorecieran la proyección de nuestra Facultad.

En todos estos años he vivido muy buenos momentos y algunos no tanto (todo hay que decirlo) y he podido participar en proyectos y acciones de gran interés para nuestro Centro. Menciono la consolidación del Doctorado Interuniversitario en Comunicación, verdadero ejemplo de colaboración académica, ya con muchas tesis leídas y la recepción este año del Premio a la Excelencia de la Asociación Iberoamericana de Postgrado tras exhaustivas audiencias. También las mejoras en infraestructura, la Preincubadora de Empresas de Comunicación, los actos conmemorativos del 25 y del 30 aniversario de nuestro Centro, el INACOM en vías, los radioteatros, el Doctorado Honoris Causa de Iñaki Gabilondo, el nuevo Máster en Publicidad y Gestión de Contenidos. Cada año nos han unido acciones solidarias, como la campaña de recogida de juguetes y material escolar que trajo a nuestras puertas unos camiones del ejército para el traslado de las casi cincuenta cajas que logramos recolectar dirigidas a la misión que la Unión Europea desarrolla en Mali.

 En el listado de los buenos momentos situaría como de los mejores los actos de graduación de nuestros estudiantes… actos de despedida importantes para hacer llegar la universidad a las familias. He disfrutado de cada uno de ellos, aunque terminara con tortícolis por tantos besos que di como cuando en 2014 confluyeron la última promoción de las licenciaturas y la primera de los grados. Si no me equivoco, he presidido en estos años 35 actos de este tipo con la absoluta certeza de que valen la pena por nuestros estudiantes, pero también por las madres y padres que viven como propios los logros de sus hijos. Y también por los profesores y profesoras elegidos para impartir la última lección que ven reconocido de esta forma su esfuerzo y vocación docente (he de decir que he escuchado discursos verdaderamente magistrales). Muchos alumnos recogen sus becas nerviosos y casi temblando, y por esa sacudida interna en ese momento que cierra una etapa tan fundamental de sus vidas como es la universitaria… estas graduaciones merecen la pena. He visto a padres llorar durante toda la ceremonia y he conocido, en no pocas ocasiones, a alumnos que han sido los primeros en culminar estudios universitarios en sus respectivas familias y por generaciones. Y eso es lo que da sentido a nuestra labor académica y a la educación pública como motor de igualdad.

Pero las luces tienen también sus sombras y quisiera mencionar tres de ellas. La primera es la que para mí ha sido la más oscura de estos años, en forma del Real decreto-ley de abril del 2012 de Medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo, que me tocó vivir de pleno, siendo testigo de esa travesía por el desierto que iniciaron entonces las Universidades públicas, perdiendo derechos y sometiéndose a un acentuado control gubernamental y a recortes de todo tipo. Las implicaciones han sido nefastas a corto, medio y largo plazo dada, entre otros aspectos, la falta de contratación que poco a poco se ha ido mitigando pero que durante mucho tiempo cercenó la estabilidad de los profesores más jóvenes y la promoción de quienes llevan años dedicados a la docencia y la investigación. También, en un inicio, con el incremento de la carga lectiva (a 32 créditos si no se tenía “sexenio vivo”) en función de criterios que ampliaron la disparidad.

En segundo lugar, mencionaría también el escenario casi de distopía que nos ha tocado vivir y que conllevó la gestión de una pandemia de enormes proporciones. El primer caso de coronavirus en la Universidad de Sevilla fue precisamente de una alumna de nuestra Facultad (11 de marzo de 2020, lo recuerdo perfectamente) y a partir de ahí nos vino el confinamiento. Durante aquellas semanas tuvimos mucho trabajo de distinto orden, nos conectábamos en el equipo de forma permanente, y creo que nunca hemos puesto en pie tantos documentos de indicaciones. Ya atrás los peores momentos, pasamos por ciclos en los que las palabras semipresencialidad, sistema híbrido bimodal, turnos rotatorios o trazabilidad se nos hicieron familiares, así como las mascarillas, el gel hidroalcohólico y la docencia a través de las cámaras y micrófonos. 

Por otra parte, he de decir también que las titulaciones que se imparten en nuestro Centro están feminizadas y no sólo son más las chicas las que se forman en nuestra facultad sino que también obtienen excelentes calificaciones y mejores notas medias. Y es este mi tercer apunte en el ámbito de las sombras, ya que sabemos que encuentran mayores dificultades para acceder al mercado de trabajo y, en especial, para llegar a cargos de primera línea. Por otra parte, el porcentaje de profesoras titulares y de catedráticas es inferior al de sus equivalentes masculinos. También lo es el de decanas y directoras de departamento que ha venido siendo, aproximadamente, de un 30% en el conjunto de las universidades... y no hablemos de rectoras. Yo misma he participado en no pocos actos siendo la única mujer. Los avances son muchos y se han ido consolidando, los cambios son evidentes y las voluntades manifiestas, pero los análisis objetivos nos muestran que el panorama en la universidad sigue reproduciendo patrones que deben cambiar.

Volviendo a las luces en el recorrido, me gustaría recordar también la Asociación de Universidades con Titulaciones en Información y Comunicación (ATIC, de la que estos años he formado parte de su Junta Directiva en distintas posiciones) así como de la Conferencia de Decanos y de Directores de Centro de la Universidad de Sevilla. Han sido ciertamente un núcleo de referencia y gran apoyo en muchas ocasiones. De ambos espacios me llevo muy buenos recuerdos y extraordinarias amistades.

He tenido la suerte de estar rodeada de estudiantes de la Delegación colaboradores y comprometidos, así como de excelentes equipos decanales que han permanecido unidos. Cada uno de sus integrantes ha remado en la misma dirección logrando objetivos prioritarios para este Centro en ordenación académica, movilidad, prácticas, infraestructura, gestión, comunicación y calidad. Pero también han puesto empeño avanzando en sus carreras académicas, haciendo oposiciones y obteniendo sexenios. Han superado problemas de salud, han sido madres, han tenido niños pequeños a su cargo así como familias numerosas, han pasado por crisis personales y familiares dolorosas… y aun así han seguido al pie del cañón Inmaculada Gordillo, Lorena Romero, Hada Sánchez, Mónica Barrientos, Ángel Acosta, Fernando Contreras y Víctor Hernández (y Gloria Jiménez, ahora directora del Alumni de la US), con mi recuerdo especial para quienes me acompañaron en los primeros años: Manuel Garrido, Antonio Pineda y Elena Leal. Gracias también a Araceli López, Juan Carlos Gil, Alberto Hermida y Rosalba Mancinas por su respaldo en el equipo decanal cuando ha sido necesario. No tengo más que palabras de gratitud por la amistad de todos, su buen hacer y su compañía. 

Agradezco también el trabajo del Personal de Administración y Servicios. Con José María Meléndez, nuestro Administrador, he conversado prácticamente a diario, siendo testigo de su dedicación que no conoce de fines de semana. También quisiera recordar a nuestras Gestoras en el Decanato, Mariló Sánchez y Ángeles Villanueva; a la Jefa de Secretaría, Isabel Moreno; a la Jefa de Biblioteca, Lola Brito, así como a los Directores de Servicios (y a través de ellos a todo el personal que construye con su esfuerzo día a día nuestra Facultad).

 Hace un tiempo escuché a un experto en los índices de impacto y publicaciones en altos cuartiles que indicó que los cargos de gestión estaban en el cuadrante de lo no importante, lo no urgente, lo no necesario, de lo prescindible. Dijo también que poco servían para la carrera académica, como efectivamente se desprende de los criterios para recibir acreditaciones universitarias. Sin embargo, mi experiencia me dice lo contrario: desde la gestión se puede contribuir de forma privilegiada con esa función de la universidad que radica en la promoción del pensamiento y de la investigación libres y críticos, intentando que sea un instrumento eficaz de transformación y de progreso social. 

En mi nombre y en nombre del equipo decanal agradezco la colaboración que siempre he recibido de todos los sectores. Sólo tenemos palabras de gratitud por el apoyo y por el interés manifiesto en construir una Facultad de proyectos y de entendimiento. Espero que este sea el talante de los próximos años y que la altura de miras académica, la solidaridad, el eje en el bien común y el espíritu universitario constituyan la guía en el camino que juntos hemos de transitar. 

Recientemente un doctor de nuestra Facultad, Jonathan Martínez (cuya tesis tuve la fortuna de codirigir) publicó la obra titulada La historia oficial (Txalaparta, 2022). Una de sus reflexiones se refería a las distintas acciones que acometió con concentración cuando desarrollaba su investigación doctoral, algunas tediosas, pero que en definitiva le ayudaron a estructurar sus días. “Solo cuando concluyen nos damos cuenta de que no sabemos qué hacer con nosotros mismos”. En esa estoy…

Ha sido para mí un honor ser decana de mi Facultad.

María del Mar Ramírez Alvarado

3 de julio de 2022

P.D.: Os adjunto un video como recuerdo de estos años