Escribir y ser leídos, esa es la cuestión
La tercera gala de los premios Todo por Contar fue, en esencia, un broche dorado; el final perfecto de una trilogía que ya se adivina como saga. Poco antes del inicio, los alumnos empezaron a ocupar los asientos sin tener idea de si alguno de ellos se levantaría poco después como premiado. En sintonía con su incertidumbre, cientos de miradas furtivas eran lanzadas hacia el jurado (compuesto por Nuria Lupiánez, José Barrera, Isabel Morillo y Rafael Rodríguez) y hacia Isaac López, quien estaba sentado en primera fila maquinando el desarrollo del evento.
Como cada gran recuerdo, la gala comenzó con una historia narrada por sus presentadores: Ana y Norberto. Los que fueron alumnos de Isaac le agradecieron su labor y, haciendo reír al público por el camino con su “¿empezamos? Es que aún no han llegado nuestros amigos, profe”, dieron por inaugurada la tercera edición de los premios.
“No te canses de ser bueno”, recordaba Rafael Rodríguez, presidente de la Asociación de la Prensa. Era inevitable que las reflexiones del recién fallecido Pepe Mujica no se colaran ayer en la Facultad de Comunicación. Sobre todo, porque para desear algo tan humilde como ser enterrado junto a los restos de tu perrita Manuela, primero tienes que donar tu vida a la causa en la que siempre has creído y saber que la muerte te pillará con las manos limpias. Rafael Rodríguez recordó algo que parece desdibujarse con el tiempo: más allá de los poderes políticos, económicos o el propio ego, un periodista nunca ha de olvidar ser una buena persona. Aunque, como él mismo apuntó: “ser bueno significa muy poco”. Si los allí presentes compartían o no ese pensamiento es todo un misterio, pero algunas cabezas asintieron ante sus palabras y eso fue suficiente.
Isabel Morillo apareció con una sonrisa fresca y, como directora de El Correo de Andalucía, presumió con orgullo de disponer de un equipo joven y con muchas, pero que muchas ganas. “Cuando he leído vuestros textos he quedado muy sorprendida en positivo porque sabéis hasta titular”, confesó con alegría y haciendo que a más de uno se le escapara una sonrisa. Además, mencionó que sus compañeros ya le estaban echando un ojo a los trabajos nominados, lo que emocionó a todos los alumnos. Escribir es una cosa, pero dar con alguien que te lee sin esperar nada a cambio, sino tus palabras, siempre son palabras mayores.
El premio a la mejor entrevista se lo llevó Victoria López por su entrevista “Eva Pedraza, Físico y Química”, mientras que Alfonso Martínez levantó una orgullosa mención especial por “Andreas Lutz, funky y resiliencia”. Los primeros dos premiados eran como el agua y el aceite, pero al escuchar la motivación detrás de sus trabajos fue divertido encontrarles una ligera similitud. Ella escribió por y para darle voz a una mujer que ha luchado por no tener que decidir qué ser o no en la vida, sino simplemente serlo. Él, en cambio, le dio la oportunidad a un hombre de ser vulnerable por primera vez en su vida. Victoria y Alfonso fueron dos caras de la misma moneda, y qué bonito fue escucharlos a ambos.
Por otro lado, el premio al mejor reportaje lo recogió Gorka García Sancho por su reportaje “La sombra de la Alameda”, en el que adentra a su lector a un mundo muy escondido y, a la vez, tan a la vista. La mención especial la recibieron Ángela Noguera García-Cuevas y María Lobato González (no, no pienso hablar de mí en primera persona, por lo que, si se me permite, continúo sin inmiscuirme de más) con “Mens sana y corpore sano”, donde las autoras se enfrentaron a los estereotipos y mitos que sufren determinadas enfermedades mentales.
Así, sin más, los premios fueron entregados, las risas fueron contagiadas y las diversas celebraciones se trasladaron al pasillo. Un año más premiando el tacto, la pasión y el trabajo de tantos alumnos solo podía dar lugar a un extraño sentimiento de pena (que ya se podía atisbar durante la foto de despedida) durante el cierre. Y cuando todos los alumnos, profesores y periodistas abandonaron la sala al fin, se olvidaron entre esas cuatro paredes todos sus nervios y euforia. Atrás quedó una vez más un aula triste, un aula vacía, un aula hueca… Al menos, hasta el año que viene.