David Jiménez: "Hoy el periodismo es una profesión en la que pueden despedirte por hacer bien tu trabajo"
Texto: Jaime Lobo Vázquez
Lo lógico hubiera sido comenzar el acto a la hora en punto, sentarse en la silla y atenerse a las pautas que se esperan de una charla en la Facultad de Comunicación. Sin embargo, David Jiménez es alguien que sigue a su corazón, que se deja llevar por el instante. De ahí que la charla no comience en hora, sino después de sonreír para las fotos de los jóvenes periodistas y de responder alguna preguntilla rápida. De ahí que aún cuando le dicen que tenemos que empezar, David responde “Bueno… ¡una foto más!”.
La charla comienza dando las gracias. A todos los que estamos allí, tratando de aprender un poquito más. A los que han preparado el evento. A los que siguen defendiendo la profesión y a quienes se atreven a ejercerla. Una vez arrancada la ronda de preguntas, David habla lento. Sin prisa. Con pausas prolongadas. Respirando profundamente entre cada frase. Mientras afirma la importancia de hacer las cosas despacio. Con precaución. Sabiendo de lo que hablamos. Confirmando lo que decimos. A ritmo de caracol. David habla del periodismo tal y como lo ejerce. No es de los que atropella con una respuesta automática y poco meditada, sino que escucha. Pone todo su empeño en escuchar todo lo que puedas decir, para pensar en ello y responderte con la experiencia.
A pesar de ser alguien práctico, parece ser de los pocos que recuerda lo enseñado en la facultad. No por utilizar la regla de la pirámide invertida, la cual admite no usar mucho, sino por no olvidar algunos puntos clave del periodismo. “Los periodistas deben tener los pies en el suelo y no someterse a la cadena de favores” asegura. El orgullo por la profesión entra en la sala cuando David habla del periodismo, de ‘El Normal’, aquel periódico que formó con Pedro Simón y demás compañeros en la servilleta de una churrería. De ese escudo de hierro que es el orgullo, vemos resquicios de la sensibilidad de nuestro protagonista. Ya sea recordando el compromiso con esta profesión que va cuesta abajo o contándonos que aún guarda la servilleta de ‘El Normal’.
Después de la ovación (la tercera en la primera hora) comienza el taller de reportaje. Un taller presidido por Mª Ángeles Fernández, quien nos recuerda la importancia de conocer que es el periodismo para poder ejercerlo. Su participación logra armonizarse con la de David, mostrando que la teoría y la práctica son elementos que van de la mano. Mientras cuenta más anécdotas de su tiempo en Asia o como becario, la hora de cierre de la charla los alcanza. No sin antes, hacerse más fotos y firmar más libros.
En apenas dos horas, hemos conocido un poquito a David y entendido gran parte de ‘El Director’. Con el libro, entendimos que era un gran director, con la charla, entendemos que es un gran corresponsal. Sigue a su corazón y principios, por ello le pueden las fotos y la nostalgia cuando habla de años pasados. Es, además, un camaleón. Si está con estudiantes, su lado juvenil aflora. Si una pregunta es seria, sus silencios callan a cualquiera. David se adapta a las situaciones, casi cambiando sus colores, mostrando cómo encaja a la perfección el rol del corresponsal. A pesar de lo serio que pudiera parecer detrás de las páginas, muestra su “don de gentes” al tratar con los alumnos. Alumnos a los que les dedica el libro. En una charla tan amena, David muestra que “periodismo es hacer interesante lo importante”.
