“La obligación de uno si tiene un sueño es perseguirlo”: Alberto Rodríguez
A las doce menos diez abrieron las puertas de la estancia para que alumnos y profesores, así como personas invitadas y medios de comunicación, pudiesen comenzar a llenar las filas de butacas. A tan solo cinco minutos de que el acto inaugural comenzase ya casi resultaba imposible encontrar una butaca vacía. Incluso los más rezagados tuvieron que aguardar apoyados en alguna pared.
Los aplausos y los flashes de cámaras dieron paso a una pequeña introducción de Luis Navarrete y a la posterior presentación de los presentes en aquella mesa, entre ellos, el secretario de la Facultad de Comunicación, Francisco Javier Caro, la citada profesora Inmaculada Gordillo, y el director general de Cultura y Patrimonio de la Universidad de Sevilla, Luis Méndez. En el centro de la mesa se encontraba Alberto Rodríguez, el invitado de honor, encargado de impartir la lección inaugural de este curso 2023-2024.
Fue la profesora Inmaculada Gordillo la que, cubriendo de halagos hacia el director de cine, quiso hacer un viaje al pasado rememorando los años en los que fuera su alumno en las aulas de esta Facultad. Le recuerda como un alumno tímido pero muy especial, de esos que juntándose con las personas adecuadas puede llegar a hacer algo grande. Lo que levantó un murmullo entre el público fue sin duda la palabra “impresentable”, utilizada por la profesora para describir al antiguo alumno y que, entre risas, justificó su uso como su incapacidad para describir su talento.
Durante las intervenciones de sus compañeros de mesa el cineasta dejó entrever ese aspecto tímido de alguien que está acostumbrado a trabajar detrás de una cámara y, por ello, poco o nada a hacerlo delante de un micrófono. Mientras averigua cómo dirigirse a su público, en el que en su mayoría no sobrepasan los veintitrés años, confiesa su negativa a estudiar periodismo después de una reveladora charla con su padre y tras la que le convencieron para que estudiara otra carrera con una mayor salida laboral. Nunca pensó en ser director de cine. Pese a ello, la decisión de no estudiar lo que en aquel momento era Ciencias de la Información no fue algo que le debamos a su capacidad de decisión sino al destino. Así es, Alberto Rodríguez confiesa que dejó su futuro en manos de una moneda, al famoso juego “cara o cruz”. Se matricularía en Imagen y sonido. No obstante, su pasión por el cine aflora muy pronto en la universidad, admite que el talento no es algo que te venga impuesto y que hay que trabajar muy duro para conseguirlo. Para él los aspectos más importantes son leer, escribir y rodar. De esta manera, un pequeño grupo de amistades y él lograron filmar unos cuantos cortometrajes durante su vida universitaria y de esta manera llegaron a construir una verdadera experiencia.
Sin embargo, la verdadera experiencia llegaría más tarde cuando se adentra en el mundo laboral de la mano de Canal Sur. Asegura lo alentador de este primer trabajo, que se convirtió en una verdadera escuela para él. Tras muchos años de duro trabajo y dinero ahorrado decide,junto a ese grupo de amigos de la facultad, emprender algo grande: “lo hicimos porque no sabíamos que no se podía hacer”, reconoce. Es por eso que marchan juntos a Londres en busca de llevar a cabo su primera película, El Factor Pilgrim, y tras mucho trabajo y dedicación consiguieron una mención especial en el posterior festival de San Sebastián, que recuerda con especial cariño. Tras este solo vendrían más nominaciones a los premios Feroz, en la propia San Sebastián y a los Goya, siendo el ganador de tres de ellos en su última película “El hombre de las mil caras”.
De entre las butacas comenzaban a aparecer miradas de fascinación y quizá también, un poco de preocupación, de pensar en lo complicado que es adentrarse en un mundo tan selecto como el del cine. Pero como si leyese la mente, Alberto Rodríguez adelantó cualquier miedo advirtiendo de lo poco esperanzador que su gremio parecía cuando ocupaba las mismas banquetas y clases que nosotros. “El panorama andaluz era desolador, Canal Sur acababa de abrir y el cine quedaba muy lejos, el panorama actual es mucho mejor y esperanzador”, fueron sus palabras de ánimo. Él no tiene ninguna duda: “la obligación de uno si tiene un sueño es perseguirlo”, confiesa casi al final de su discurso y nos muestra una vez más que las oportunidades no caen del cielo, sino que para que los sueños se cumplan hay que trabajarlos. Y allí, sentado frente a los posibles futuros cineastas, finalizó su intervención dirigiéndose a los alumnos como futuros compañeros de profesión animándoles a no perder nunca la esperanza de perseguir, igual que un día lo hizo él, a todo lo que aspiren.
Durante la hora y media que duró el acto poca gente decidió abandonar el salón en comparación con otros actos. Se realizaron muchas alabanzas al protagonista, pero, sobre todo, se elogió al cine y a sus directores andaluces, escasamente reconocidos entre su propio gremio. En cambio, y de eso no se puede dudar, es que los allí presentes supieron de las características del cine de Alberto Rodriguez, entre ellas: investigación, entretenimiento y una gran actuación. Un cine local, andaluz, pero comprensible para todos. Porque más que cine, ya es cultura.